La disgrafía es un trastorno de tipo funcional que afecta a la calidad de la escritura del sujeto, en lo que se refiere al trazado o a la grafía.
La escritura tiene tres procesos básicos de simbolización: el primero hace referencia a la utilización de fonemas como símbolos auditivos de carácter convencional. El segundo se relaciona con el uso de los signos gráficos correspondientes a los fonemas y el tercer proceso es el que lleva a cabo el individuo cuando realiza el trazado de los signos. Es en este tercer proceso donde el trastorno disgráfico está afectado. Por eso cabe destacar el carácter motriz del escritor.
La ejecución motriz de la escritura debe asentarse en la maduración del sistema nervioso central y periférico y en el desarrollo psicomotor general. La tonicidad y la coordinación de movimientos han de estar lo suficientemente establecidas.
Para poder conseguir una correcta ejecución gráfica, autores como Vayer, sostienen que “el sujeto para escribir correctamente debe poseer una serie de destrezas básicas: capacidades psicomotoras generales (capacidad de inhibición, de control neuromuscular, independencia segmentaria, coordinación óculo-manual y organización espacio-temporal); coordinación funcional de la mano (independencia mano-brazo de los dedos, coordinación de la prensión y la presión); hábitos neuromotrices correctos y bien establecidos (visión y transcripción izquierda- derecha, rotación habitual de la mano, mantenimiento correcto del lápiz)”.
Asimismo, Defontaine destaca “una serie de requerimientos implicados en la escritura como hecho motor: integridad de los receptores sensoriales (sobretodo vista y oído), buena motricidad, esquema corporal y lateralidad y un buen esquema espacial”.
Para alcanzar una ejecución caligráfica correcta, el niño debe ser capaz de encontrar su propio equilibrio postural, la manera menos tensa y fatigada de coger el lápiz, orientarse en el espacio sobre el que hay que escribir y asociar la imagen de la letra a los sonidos y a los gestos rítmicos correspondientes, por lo que su diagnóstico no puede realizarse a edades muy tempranas.
La persona con disgrafía, suele presentar una serie de características que acompañan a su inexacto grafismo: una postura gráfica incorrecta, un soporte inadecuado del instrumento escritor, deficiencias en la prensión y presión y un ritmo escritor demasiado lento o excesivo.
A un nivel más específico, una persona con disgrafía suele presentar:
- Tamaño de las letras excesivamente grandes o pequeñas.
- Las formas de las letras suelen estar distorsionadas y simplificadas.
- Hay una inclinación tanto a nivel de línea como a nivel de letra.
- El espacio entre las letras y/o las palabras pueden estar demasiado separadas o demasiado juntas y parecer así desligadas las unas con las otras.
- El tipo de trazo puede ser exagerado y grueso o tan suaves que son casi inapreciables.
Por todo, es interesante observar y trabajar para una buena realización de la pinza (coger garbanzos o lentejas), realizar simetrías, copias de modelos, caligrafía (a través de la realización de laberintos, unión de puntos para conseguir un dibujo, terminar un dibujo medio hecho o caligrafía talmente dicha,...), jugar con construcciones, hacer el dibujo del cuerpo humano (juego tipo “Mr. Potato”, hacer un dibujo colocando las partes del cuerpo que faltan, ...) y un sinfín de juegos y actividades que se pueden realizar para trabajar este trastorno.
Fuente:
Rivas, R.Mª, Fernandez, P.: (1994). Dislexia, disortografia y disgrafia. Barcelona. Pirámide.
García- Vidal, J.; i González Manjón, D. (2003). Dificultades de parendizaje e intervención psicopedagògica. Lectura y escritura (vol. II). Madrid. EOS.
Teberosky, A. (2001). Proposta constructivista per aprendre a llegir i a escriure. Barcelona: Vicens Vives.
No hay comentarios:
Publicar un comentario